18 de enero de 2008

Visitas obligadas

No es que estemos obligados a realizar visitas a lugares añorados para sentirnos plenos y provechosos. Estas visitas que ahora explicaré hacen sentirnos tan bien a nivel emocional que casi nos sentimos obligados a realizarlas de vez en cuando para sentirnos una persona llena de vitalidad e importancia.
Hace unos días realicé una visita a la que fuera mi clínica de ortodoncia. La visita se resumía a un simple saludo rutinario que suelo hacer a aquellos lugares que dejan huella dentro de mi. Pero esta vez, para mi sorpresa, fue al contrario...
Nada más entrar en la consulta se respiraba un ambiente de paz, armonía, buenas vibraciones y positivismo. Un sitio cargado de alegría. Extraño por tratarse de un lugar el cual la gente suele huir despavorida. No conocía a casi ninguna de las chicas que trabajan ahora allí, ya que desde la ultima visita habían transcurrido 2 años, al menos. Pude ver y abrazar a la mujer del dueño de la clínica, una mujer muy cariñosa, entrañable y de las que dan gusto hablar en cualquier momento. Se alegró muchísimo de mi visita, pero la verdad que yo estaba más contento por esa alegría que sintió al recibirme. Me sentó en la consulta principal y como si de colegas se tratara comenzamos a charlar de nuestras vidas -comencé el tratamiento de ortodoncia cuando sólo sumaba la corta edad de 14 años, y hasta los 24 de ahora ya ha llovido.- A los pocos minutos entró en la habitación el dueño de todo aquello, de aquel lugar maravilloso... Al entrar por la puerta lo hizo como si fuera a tratar a un paciente. Pura rutina. Pero al levantar la vista y verme se quedó un poco confunso y dijo una frase que le salió del alma: "¡coño el Quique!". En aquel instante mi alma soltó una carcajada. Me sentí genial sabiendo que no se habían olvidado de mi, ni si quiera después de tantos años. Fue una sensación que me hizo pensar muchas cosas. Emociones positivas de fuerza, ánimo y ganas de seguir el camino por derecho con fuerza y voluntad.
Al acabar la visita me dirigí a la mujer del jefe con la incertidumbre de querer saber cómo era posible que se acordaran de mi tras tantos año y tantos pacientes pasados por sus manos y sus corazones. Y la respuesta me hizo más feliz aun: "Quique, hay gentes que dejan huella para toda la vida". No llore por vergüenza, pero si arranque la más amplia de mis sonrisas.
Aquel lugar siempre se ha sido para mi, una visita obligada por todo lo que conlleva :)

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