19 de octubre de 2009

Gloria bendita

Hoy lunes he estado en la playa haciendo unas gestiones de vital importancia y me he reencontrado. Tras acabar con las oblaciones, me he enfundado mis zapatillas y me tirado a la arena para correr en la inmensidad de la naturaleza.

Una playa desierta de más de 10 kilómetros de soledad y belleza de nuestra madre naturaleza, sólo para mí. Trotando sobre la húmeda arena he encontrado algo dentro de mí que hacía tiempo que no sabía que existía. Paz. Tranquilidad y relax emocional. Yo solo, con el sonido del mar, el graznar de las gaviotas, y el viento, que fresco aireaba mi condición.

Me he dado cuenta que la música demasiado alta, se puede convertir en ruido y tanto es así, que no te deja escuchar la reseca del mar. Comparando dicha resaca con la felicidad, y el ruido con la mala suerte y piedras en el camino, he sonreído junto al desierto y disfrutado de mí y lo que el magnífico mundo nos ha otorgado: la vida.

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