18 de abril de 2010

Tormenta gris

Hoy está siendo un día bastante tormentoso en Sevilla. La lluvia cae fuerte a ratos, e incluso la malevolencia del cielo está mandando pena a través de sus electrizantes rayos. Aquí, bajo el Puente de San Bernardo, en el interior del parque central de bomberos de la ciudad, se vive una jornada agradable junto a unos buenos compañeros, que dispuestos están a trabajar codo con codo sobre un asfalto que ya se va secando.

Y miro más allá de mi campo natural de observación y noto una algarabía, un revuelo inesperado que empaña mis párpados y hacen que mi alma anhelante sienta frío por estar desnuda frente a la verdad.

Días de fiesta llegan a la ciudad. Tumulto de feriantes, y fervientes jornadas que se vivirán en torno a un trozo de alvero repleto de lonas rayadas bajo un techo de cristal. Añoranza en los labios y pesar en unas manos que siempre bailaron al son de aquella voz cantar. Pero todo acabará, y vendrán de nuevo los momentos de hostildad, de premura y ansiedad, para luego no poderse superar.

Hoy es un día gris en la ciudad, aunque un pequeño halo de luz se cuele por el cristal que un día se construyó sobre mi portal. La hora de crecer, de desplegar el poder y sacar aquella espada de la piedra que encallada quedó.

La lluvia va a pasar como siempre pasó, y aunque oleadas de sal salpiquen las heridas de un corazón que en carne viva late a otro son, el tiempo, que corto se nos encomendó, ayudara a sosegar la mar que hará a mi barco zozobrar.

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