21 de abril de 2012

Personas


Hoy toca guardia en bomberos, y ya hacía tiempo que no rotaba por la ambulancia. Para toda la jornada, ayuda sanitaria para los ciudadanos. Acabo de llegar de un servicio y el cerebro se me estremece. Sé que elegí este trabajo para ser fuerte y capaz de ayudar a los demás, incluso arriesgando mi vida, ofreciendo parte de ella, o toda... Pero hay momentos en que se te pasa por la cabeza haber elegido otra profesión; pero de un plumazo se desmonta la teoría y reaparece el verdadero sentido de mi existencia en este mundo: intentar levantar a los demás. Esta tarde, hace escasas dos horas, nos dan salida a una apertura de vivienda donde al parecer hay un hombre de 78 años que hacía tiempo no respondía; y esta es la situación que nos encontramos cuando los compañeros consiguen acceder a la vivienda. Un olor intenso, y permitidme que diga inmundo, se coló por mi nariz y todos los poros de mi piel. Aquel hombre de larga melena y barba canosa apenas podía respirar (una posible tuberculosis). Con uñas de pies y manos de al menos 4 o 5 meses de dejadez, aún seguía lúcido pero incapaz de valerse por si mismo. No quiero dar más detalles del servicio en sí. Lo que quiero es contaros que gracias a este trabajo tan maravilloso que tengo, me doy cuenta que las personas al final de nuestra carrera en esta vida, acabamos solos y dejados de la mano de Dios. Es duro, triste e injusto que un ser human,o que posiblemente haya dado la vida por unos hijos y una familia, acabe tirado en una cama y se conforme con morir en sobre sus malolientes sábanas. La vida es un pedazo del cielo que nos ha tocado disfrutar a cada uno de nosotros, y por ello tenemos que vivirla con intensidad y amor, ya que el día menos pensado nos podemos ver en una de éstas, y ya es cuando todo será irremediable. Hagamos felices a los que nos hacen felices a nosotros, sintamos la vida como lo que es, un premio casi imposible, una casualidad; y sobre todo, nunca abandonemos la esperanza de creer en la magia. La guardia continúa...