23 de febrero de 2011

Ahora que está fresco

Ya hace muchos meses que la película Avatar estaba siendo todo un éxito en taquilla. En una escena donde Jake, el marine, estaba realizando su cuadernos de bitácora sobre las experiencias vividas en ese mismo día. Estaba cansando y preguntó a su amiga y compañera de proyecto si podía irse a dormir y dejar la redacción para mañana. Pero Sigourney Weaver en el papel de Dra. Grace Augustine, le insistió que no, que había que reflejar las emociones tras un corto periodo de tiempo, cuando éstas aún estaban frescas. Pues lo que vengo a contaros nada tiene que ver con esa magnífica película de fantasías del director James Cameron. Ayer tocó trabajar de nuevo junto a los buenos de mis compañeros. Un día normal, con salidas normales, prácticas buenas, revisiones habituales y una teórica vespertina bastante interesante: estuvimos estudiando el informe del edificio Windsor que ardió por completo en Madrid hace ahora 6 años (imagen). No os voy a desvelar nada de ese informe porque no creo que sea el lugar ni el medio adecuado... A las 23 horas y mientras disfrutábamos de una buena sobremesa tras la cena, dan salida a un incendio en un edificio de la Cartuja. Por mi mente comenzaron a sobrevolar algunas fotografías que horas antes habíamos visto de aquel edificio en llamas de la capital. Al llegar al lugar he de decir que la organización fue cuasi perfecta. aparentemente en fuego no se veía, pero mucho humo salía a borbotones de las entrañas de sus paredes. Manos a la obra ,nos pusimos a buscar el incendio. Enredándonos entre los andamios poderosos que se erigían como colosos de acero y entre cables que colgaban del techo, el aire exhalado de nuestras máscaras le daba al lugar un ambiente bastante heroico y particular. Al subir a la quinta planta dimos con el foco del fuego. Nada más que unos cuantos metro de tabique de pladur que se encontraban ardiendo, pero con riesgo de propagación inmediata si no se atajaba a tiempo. Montamos el servicio de agua y tras algunos segundos, la presión nos llegó a punta de lanza. El lugar de actuación carecía de toda comodidad. Andamios enredador, material apilado, y un gran agujero que nos precipitaba al vacío si no estábamos lo suficiente atentos. Por ellos, un servidor agarró fuertemente a su compañero para que mientras realizaba las tareas de extinción tuviera la seguridad de que pasara lo que pasara, no le iba soltar. Y menos mal... entre el ruido de la extinción, metales que se revolvían, agua que caía y sonidos imperceptibles que salían de los portátiles, una voz llegó a mis oídos: "¡cuidado con las placas!" No tuve tiempo de procesar la información cuando dos gigantescas placas de pladur se precipitaron sobre nosotros. Una de ellas martilleó a mi compañero en la cabeza, con la suerte de no haberlo empujado ha 20 metros de altura, y la otro topó con mi brazo que en ese momento sujetaba a mi primer fistón. En ningún momento lo solté... Sabía que estábamos bien, pero dolía y mucho. Al cabo de una hora, La extinción finalizó y volvimos al parque algo magullados y llenos sudor y negrura.

Y ahora me pongo a pensar, y pienso que no pensé en ningún momento que tenía que sujetar a mi compañero. Simplemente no lo solté asumiendo todo riesgo. Si él hubiera caído para el otro lado seguro estoy que yo hubiera caído con él, porque no se me pasaba por la cabeza soltarlo en ningún momento. ¿Héroes? los héroes tienen capa y suelen volar, nosotros no somos más que bomberos.


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