29 de noviembre de 2009

Listillo de pacotilla

Llevo queriendo escribir esta entrada desde hace ya una semana, y hasta ahora no me he podido sentar 5 minutos para poneros sobre la mesa una situación que cada vez veo más en la sociedad tan maravillosa que nos envuelve. Mi hermana compró por internet unas entradas para ver una peli en el cine. Optó por ese servicio porque es más cómodo, porque reservas tu asiento cuando y donde quieres, y luego no tienes que guardar la cola y ponerte a pensar donde te van a colocar las chicas que expiden los tikets. Total, que una vez allí en el centro comercial, nos dirigimos al aparatito que expide las entradas ya reservadas por internet. Y aquí viene lo bueno. Mientras mi hermana comienza a sacar la tarjeta de crédito con la que pagó por internet, un personaje de mediana edad, junto a su pareja e hija, asomó su brazo entre mi hermana y el cajero, y largó por su boca: un segundo que esto es sólo un momento. ¿Perdona? Vamos que el tío se pensaba que nosotros no teníamos ni idea de lo que estábamos haciendo y que el único que sabía reservar por internet era él. Se las quiso dar de importante ante su mujer, pero le salió el tiro por la culata. Al ver que este muchacho era incapaz de recoger sus entradas, le pedí a mi hermana la tarjeta y con la misma cara que tuvo él por colarse, pulse en la pantalla la tecla inicio, y pasé la tarjeta por el lector. Al segundo número 3 ya teníamos las entradas en nuestro poder. Compramos las palomitas, y tras pagar, me da por mirar al cajero de recogida y me veo todavía allí al listillo de turno peleándose con la tecnología. Si es que no se puede ir de listo por la vida mi arma...

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