8 de mayo de 2012

La pirámide de espuma


Entre paradojas y paralelismos de mi mente y mis palabras, vengo a contaros la historia de la pirámide de espuma. La pirámide, aquella figura geométrica tan perfecta con la que los egipcios se deshicieron desgastando sus vidas y donde durante siglos hicieron crecer su cultura y sus costumbres, es la construcción perfecta. Base amplia poderosa y estable que va creciendo a lo largo del cielo alargándose y torneándose con el viento hasta culminar en una esbelta cúspide que casi parece tocar el Sol. Y la espuma; no es más que una ráfaga de blancura que se obtiene a través del agua y un espumógeno capaz de unirse al elemento más puro del mundo y generar litros y litros de espuma fugaz, preciosa y delicada, pero fugaz... Cuando conocemos a alguien, y existe algo mágico, pero mágico de verdad, comienza a haber una creación de espuma tan brutal que nos vamos olvidando de construir nuestra pirámide perfecta. Tanto es así que con el paso del tiempo, esa espuma desaparece y se diluye en el frágil viento como una figura de hielo en el desierto. Cuando los comienzos son delicados, duros e intensos a la vez, hay que parar esa producción de espuma y dedicarse a construir la base de la pirámide porque, ésa ni tan si quiera se tambaleará con los terremotos y el pesado paso del tiempo. Conseguir levantar una pirámide faraónica tratando de controlar la producción de espuma es harto complicado, pero la sensación de saber que cada pieza, cada bloque de granito va encajando en su sitio con total suavidad y sin forzar nada, hace que el levantamiento hacia la cúspide, que aunque tardío, será fructífero y poderoso. Ya después, aquella producción de espuma llegará y bañará cada cara de nuestra pirámide. Afianzar y disfrutar; tranquilizar y caminar... Me está gustando como va mi pirámide...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerda, si vale la pena no será fácil construir esa base poderosa y estable! Aunque poco a poco, a mi también me va gustando...