El otro día venía haciendo recuento de todas aquellas cosas, sueños o objetivos que he perseguido. Analizaba y veía que la gran mayoría de ellos los había conseguido pero no sin antes haber puesto esfuerzo, empeño y mucho amor. Pero hay algo, entre otras cosas, que se me escapa. La mar es inmensa, y el amor que siglos atrás, y que hoy día siguen derramando todos los marineros y capitanes de buques, fue y es infinito. Una vez me propuse obtener uno de estas titulaciones de embarcaciones de recreo y el primer intento fue fallido; a la segunda me pasó lo mismo... Parece que la mar se me resiste. Es cierto que no soy un amante de las aguas saladas, pero si me gustan mucho los barcos antiguos. Ayer mientras cenaba vi en la tele un coleccionable de un barco precioso. No dudé en subscribirme para montarlo y poder disfrutarlo en mi casa. Dicen que sus 104 cañones hacían de Le Soleil Royal el buque estrella de la Armada
francesa. Botado en Brest en 1669, su principal hazaña bélica tuvo
lugar el 27 de mayo de 1692 cuando, al mando del almirante Cotentin,
obtendrá la victoria frente a una flota anglo-holandesa. Ahora espero que me quede bien y pueda lucir sus velas en mi hogar.
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